domingo, 20 de abril de 2014

El tic-tac y el martilleo



Las manecillas del reloj se mueven con extrema parsimonia mientras te miro. 
Te observo meticulosamente, intentando entender cada ínfimo detalle, cada matiz... Pero por mucho que me concentro en ti, no te veo. Estoy lejos, muy lejos. Y  tú no eres capaz de percibirlo.


Hay una sensación extraña que se empeña en oprimirme el pecho. Muchas veces la guardo dentro de mí, pensando que hago bien. Otras, creo que es mejor sacarla... Puede que erróneamente; todavía no acabo de entenderme. Es por eso que sigo escribiendo...

El caso es que el tiempo juega en mi contra, y pese a que parezca que las manecillas no se muevan, llevan una velocidad de vértigo.


A veces me pregunto como puedo no estar pensando en nada en concreto y estar, a la vez, dándole vueltas a muchas cosas que me preocupan. 
Cosas que, por ínfimas que sean, se magnifican y me aplastan contra el colchón, me sacuden de arriba abajo, me nublan la vista y me entumecen los oídos. A veces tengo "intentos de sueño", vigilias continuadas con una inquietud paralizante. Duermo, pero sin descanso. Sueño, pero con una consciencia que nunca acaba de relajarse y dejarse llevar. Estoy en guardia las veinticuatro horas, esperando a que cualquier preocupación que aguarda en un lugar al azar de mi mente, se decida a salir para ocupar mi tiempo. Y volvemos a las manecillas... Tic-tac.

Si finalmente decido desistir y salgo a la calle, las cosas cambian demasiado sutilmente. Miradas furtivas, imágenes que me asaltan, situaciones que se amontonan en un marco persistente. El martillo de mi cabeza... Y el sonido del tic-tac.


Pero después están esos momentos... Esos en los que te miro y no pienso absolutamente en nada. Momentos que hacen que el martillo de mi cabeza estalle en pedacitos y que hacen que el tic-tac sea placentero y silencioso, pese a que se empeña en sonar más que nunca. Momentos que se llenan con suspiros y se alimentan de silencios reconfortantes. Momentos que se hacen agradablemente eternos.

El único problema es que tú, que consigues silenciar el tic-tac y desintegrar el martillo, eres también su creador y lo reconstruyes sin darte cuenta. ¿La solución será que yo misma asga el martillo y destruya el reloj? 
¿O eso también me destruiría a mí?